jueves, 16 de febrero de 2012

SEMEN AMORA EL ALMA










Estas fiestas el adviento, el carnaval, la cuaresma, etc. remodeladas por el cristianismo, ahora ya no sé quien será el próximo que las remodele, me gustan.

Me gustan porque desde sus orígenes hasta hoy, la fiesta ha estado ligada a lo “sagrado”. Porque ha sido la dimensión trascendente del hombre la que se ha expresado en ella.

Por medio de la fiesta el hombre se ubicó en el tiempo, lo midió, y midiéndolo creó tiempo. Así la fiesta aparece a través de la historia como un registro temporal, como un modo simbólico de medir el tiempo vivenciándolo. En las sociedades tradicionales el tiempo se creaba a partir de las fiestas. El tiempo festivo como tiempo extraordinario constituía los hitos entre los que se desarrollaba el tiempo habitual; la cotidianidad no se vivía solamente con fiestas, sino entre fiestas. Hoy principalmente se mide y se crea el tiempo con relojes, con cronómetros, con ordenadores, que pueden partir el tiempo hasta aislar centésimas y milésimas de segundo, o resolver ecuaciones en las que el tiempo se amplifica hasta unidades de años luz. Ahora el tiempo es una noción cuantitativa y abstracta.

Pero antaño, desde los orígenes de la historia hasta el siglo XIX, las nociones de tiempo fueron cualitativas y no abstractas, y siempre estuvieron estrechamente ligadas a la experiencia vital. La trayectoria de los astros en el cielo, los ciclos de la vegetación, las edades de la vida y el deseo de trascendencia, generaban el tiempo y hacían de él una vivienda. Se establecían así partes fundamentales como el día, el mes y el año, quedando en la indeterminación, las unidades de tiempo menores como la hora, el minuto y el segundo, o mayores, como la centuria o el milenio. Una celebración de ritos especiales marcaba el tránsito de una etapa a otra e instauraba las fiestas, fijadas en días determinados, que se repetían a lo largo de los meses y de los años. Era una manera de crear el tiempo, afincándose en él. Al repetirse, las fiestas hacían retornar cíclicamente el pasado, y retrotraían al tiempo de los dioses, del cual se hallaba recuerdo en el mito.

La fiesta como una pausa en los afanes y labores, para dirigir la mirada hacia lo alto; como una manera de medir el tiempo y, a la vez, como un trascender de lo cotidiano, como una donación, una ofrenda de bienes y pertenencias para entregarlos a los hombres y a la divinidad, y como una catarsis depuradora que llevaba al reencuentro del hombre con"dios", con los demás y consigo mismo, en el olvido de sí.

Celebremos gozosos las fiestas, una forma de ligarnos al discurrir de la tierra, de los otros, de sentirnos una parte con ella, con ellos.

Uysss que falta nos hace.

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