viernes, 22 de enero de 2010

UNA TARDE EN EL OTORRINO

Ahora escucho en mono. Llevo ya unos días en los que el estéreo ha pasado a mi memoria antigua. Volví de vacaciones si, ya lo creo. Volví triste y sorda.
Porca miseria.
Ahora entiendo la mirada un poco ausente de los sordos. El único beneficio que tiene es que tienes que aplicar interés en lo que quieres oír y si no quieres oír pues no te aplicas. Ah! , perdona es que no oigo bien , el avión ya sabes...
Total que harta ya de estar tabique y de no oír el móvil si no lo llevo debajo de la barbilla me he decidido a ir a la consulta del otorrino.
La sala de espera a tope. Dos o tres niños ruidosos y jadeantes. Incombustibles.Respirando por la boca. Entraron los primeros afortunadamente. Le llevó tiempo al otorrino la pelea con los morlacos llorosos .
El silencio se oye en las salas de espera. Aunque estés sorda. Tenemos miedo.
Al final hemos quedado dos chicas y yo un poco aburridas de tanto retraso.
Nos hemos contado la vida. Las tres oíamos en mono.
- Yo llevo viniendo dos meses y siempre hay mucha gente, siempre retrasado, dice un poco enfadada la chica de la melena morena y larga.
-¿ No te curan a la primera? , pregunto asustada.
- Bueno, es que lo mío es laborioso, nos confiesa entre resignada y vergonzosa.
Las dos al unísono le preguntamos
_¿ Que te pasa?, temiendo lo peor.
Arrellanándose un poco en la butaca y pidiendo con su mirada un poquito de por favor, nos lo ha contado.
Hace dos meses en unas vacaciones en Lanzarote, con buen tiempo y muchas horas de piscina con sus dos hijos , de uno y tres años, cogió una otitis externa derecha. Dolorosa e incómoda.
Volvió de vacaciones, al trabajo, al colegio y al médico de cabecera quien le recetó unas pastillas y unas gotas calmantes para echar en el oído, para aliviar el dolor si se le hacia inaguantable.
Lo compró en la farmacia y las metió en el bolso. Aprovechó a toda prisa el poco tiempo que tenia antes de ir a recoger a sus hijos a la guardería para hacer unas compras imprescindibles de leche, macarrones, algún petite-suisse de fresa y de paso, en la tienda de los chinos de la esquina, compró una tapa para el microondas ya que la que tenia la había quemado al poner la última lasaña y un envase de loctite para pegar la balda de metracrilato de la nevera absolutamente rota de meter la olla a presión.
Recogió a sus hijos llorosos porque no querían dejar a sus amigos, los amarró como pudo a las sillas del coche peleando contra resistencia y arrancó para casa.
Muchos semáforos. Un atasco. Los niños llorando. Fiebre. Dolor de oído.
- Todavía me quedaba media hora para llegar a casa, no os podéis imaginar como me dolía...
En un semáforo interminable decidió echarse las gotas al oído y calmar el dolor, ya que pensó que eso era mejor que ahogar uno a uno a sus dos hijos. Buscó con la mano derecha en su bolso, mientras miraba si se ponía verde. Cogió el envase, arrancó y en el siguiente semáforo aprovechó para llenar el conducto auditivo de liquido medicinal y calmante.
Al siguiente segundo aumentó exponencialmente el dolor, como si una daga ardiente hubiese atravesado su tímpano. El cerebro le funcionó rápido.
- No lo quería ni mirar....
Los envases de la gotas óticas y del loctite de los chinos son muy parecidos....
Los dos envases en el mismo bolso. Cogidos sin mirar, solo al tacto...
Si! se había aplicado hasta la saciedad una capa inmensa de loctite en su oído derecho. Sellado a conciencia, con otitis y todo. Hermético.
Desde hace dos meses el otorrino con paciencia le va extrayendo poco a poco el pegamento.
Nos contó que ya oye las bocinas de los camiones y las sirenas de los barcos y que dentro de poco espera oír el timbre de su casa.
-Jo!, dijo aliviada la chica rubia y de pelo corto, pues lo tuyo casi es peor que lo mío...
Ella no tiene hijos. De momento solo novio. También lleva un mes acudiendo semanalmente a la consulta.
- Siempre ando de prisa por las mañanas, dijo haciéndonos entrar en situación, entro a trabajar muy temprano.
A pesar de madrugar tiene un rito de limpieza diaria del que disfruta, se ducha, se seca el cuerpo, se limpia los oídos con un bastoncillo, se seca el pelo primero con la toalla y luego con el secador-difusor y se aplica la crema hidratante en todo el cuerpo. Renovada a trabajar.
Era jueves, trabajaba de mañana luego acompañaba a su madre a la modista y luego tenia una cena con su novio y los primos de su novio ,una pareja a los que no conocía.
_ No sé si llevar falda, pensaba mientras se limpiaba el oído izquierdo a conciencia, dando vueltas con mucho gusto al bastoncillo de algodón. Se anudó la toalla en el pecho como los romanos y cogió la toalla de tocador para restregar el pelo a conciencia.
- No os podéis imaginar lo que me dolió....
Al apretar la toalla impetuosamente contra el pelo y empezar a restregarlo un dolor inmenso y lacerante le atravesó el cerebro, no sabia si le estaba dando una hemorragia cerebral o un ataque epiléptico. Le hicieron falta unos minutos en el suelo para saber lo que había pasado. Tocó su oreja izquierda y notó que sobresalia medio bastoncillo de algodón, el otro medio atravesando el tímpano se había alojado en su oído medio. Había olvidado quitarlo después de usarlo. Un liquido caliente que intuyó sangre manaba de su oído. Decidió desconectarse. Se desmayó.
Nos contó que ya oía el teléfono y que su tímpano estaba casi cicatrizado del todo.
Con menuda chorrada iba a molestar yo al otorrino!! Como si tuviese todo el tiempo del mundo para perderlo conmigo!! Con la cantidad de sordos importantes y trágicos que existen el mundo.
He huído.He ido a la farmacia y me han dispensado unas gotas para aplicar por la nariz. Esta es la segunda aplicación y ya parece que os oigo carraspear mientras me leeis.
Espero oiros respirar en breve. Cachis.

2 comentarios:

  1. Me ha parecido apasionante el relato. Muy bien contado.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, elquebusca.Si no existieras tendria que inventarte.

    ResponderEliminar