Sí, me perdí. En una gran ciudad. Os contaría que tenía miedo pero mentiría. Creo que a veces me gusta vivir perdida, eso te permite encontrar , incluso dicen algunos que encontrar-te. Vete tú a saber.
Las calles eran estrechas y oscuras, sin batería en el móvil y con el dinero justo para cenar algo , quizá tomarme una cerveza de postre y pagarme el taxi hasta el hotel.
Después de callejear un rato en un ferragosto cerrado por vacaciones, encontré una taberna auténtica por autóctona donde servían un exquisito tomate aliñado servido por un camarero servicial que me explicó como podía reservar el local para organizar meriendas mientras me entregaba una tarjeta de su negocio . "Aquí tiene señorita, nos llama y le organizamos la celebración que usted quiera" .
La cogí encantada y la guardé en mi diario de viajes, quizá celebre algo algún día en aquella oscura calle.
Mientras bajaba hacia la parada de taxi, disfrutando de la temperatura veraniega que te permite sudar levemente, vi como un bar de copas estaba ya abierto y entré.
Era pronto y eramos pocos. Llegar pronto tiene de bueno que tu ya estás cuando los otros llegan. Tú ya tienes tu sitio y los demás tienen que acoplarse. Si quieren. Si queremos.
Estaba él. Una camisa de lino azul y unas sandalias de treeking. Una sonrisa acogedora y una melena al viento.
De repente y en un momento nos conocemos de siempre. Que bien que estés. Hay una complicidad que supera el ambiente general del local. El local es nuestro por un momento. Compartimos viajes, fútbol, anhelos, universidad , trabajos y fantasías.
Era travesti, me confesó. Yo nunca había hablado con ninguna , o quizá si o del tiempo o del humo del local pero nunca de nada serio. Con él si.
A veces le gusta llamarse Nuria, pero sólo a veces. Y no quiere renunciar a esas veces.
Me estremecí cuando me explicaba como le contó a su hijo cuando pudo entenderlo, cuando ya éste era ejecutivo de una gran multinacional, con un discurso estructurado y muy pensado, sus fantasías y la importancia de ser. Como eres. Cuándo eres. Cuando te da la gana. Sin renuncias.
A que tengo razón?
Después de callejear un rato en un ferragosto cerrado por vacaciones, encontré una taberna auténtica por autóctona donde servían un exquisito tomate aliñado servido por un camarero servicial que me explicó como podía reservar el local para organizar meriendas mientras me entregaba una tarjeta de su negocio . "Aquí tiene señorita, nos llama y le organizamos la celebración que usted quiera" .
La cogí encantada y la guardé en mi diario de viajes, quizá celebre algo algún día en aquella oscura calle.
Mientras bajaba hacia la parada de taxi, disfrutando de la temperatura veraniega que te permite sudar levemente, vi como un bar de copas estaba ya abierto y entré.
Era pronto y eramos pocos. Llegar pronto tiene de bueno que tu ya estás cuando los otros llegan. Tú ya tienes tu sitio y los demás tienen que acoplarse. Si quieren. Si queremos.
Estaba él. Una camisa de lino azul y unas sandalias de treeking. Una sonrisa acogedora y una melena al viento.
De repente y en un momento nos conocemos de siempre. Que bien que estés. Hay una complicidad que supera el ambiente general del local. El local es nuestro por un momento. Compartimos viajes, fútbol, anhelos, universidad , trabajos y fantasías.
Era travesti, me confesó. Yo nunca había hablado con ninguna , o quizá si o del tiempo o del humo del local pero nunca de nada serio. Con él si.
A veces le gusta llamarse Nuria, pero sólo a veces. Y no quiere renunciar a esas veces.
Me estremecí cuando me explicaba como le contó a su hijo cuando pudo entenderlo, cuando ya éste era ejecutivo de una gran multinacional, con un discurso estructurado y muy pensado, sus fantasías y la importancia de ser. Como eres. Cuándo eres. Cuando te da la gana. Sin renuncias.
Nos quedó pendiente comernos unas acelgas salteadas con jamón jabugo en un sitio perdido de Castilla.
No es fácil hablar de vida. No es fácil vivir sin desvivirse.A que tengo razón?
...Y la importancia de ser. Como eres. Cuándo eres. Cuando te da la gana. Sin renuncias.
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