sábado, 9 de febrero de 2008

LA SINCERIDAD

Hacia frio. Estaban en una ciudad monumental, llena de historias de peregrinos de universidad y de tropas, pero muy fria.
Quizá por eso, en ella, la historia habia empezado antes.
El frio incita al logro, es necesario acabar cuanto antes para tumbarse en la cama bajo las cálidas mantas o sentarse al lado del fuego bajo para ensimismarse en fantasias, en planes de mañana o en la insoportable levedad del ser.
O en nada.
Le quiere.
A pesar de todo.
A pesar de casi no verle por las largas jornadas laborales del hospital y el tiempo que dedica a lustar su ya extenso curriculo lleno de premios por investigaciones.
A pesar de tener que ocuparse de su suegra, enferma de Alzheimer, porque para eso ella habia dejado el trabajo en la escuela, "que para cuidar extraños, mejor cuidas a mi madre".
A pesar de sus devaneos amorosos, rodeado de doctorandas inseguras y jóvenes, con esa admiración inocente al descubrir la omnipotencia, la omnipresencia, ¿la omnivoriencia?
Le quiere.
Pero en aquella plaza de esa ciudad fria se dio cuenta de cuanto. Mucho. Muchisimo.
Cruzaron su mirada y vio la de su marido, franca, abierta, sincera, un atavismo primario desde lo más profundo de sus dentros, y entonces fué cuando oyó salir de su boca, esa boca besada durante años, las palabras :

- Me he cagao.

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