
De confirmarse estos resultados, los autores señalan que pueden tener importantes implicaciones, puesto que es una disminución del riesgo comparable a la que proporciona la actividad física.
En el estudio se investigó a 23.681 varones y mujeres sanos, que proporcionaron información detallada sobre su actividad física, dieta y otros factores de riesgo cardíaco, así como su hábito o no de echar la siesta. El seguimiento medio fue de 6 años.
Los hombres que dormían después de comer presentaron 34% menos probabilidades de morir por causa cardíaca. Entre los que dormían la siesta ocasionalmente, la reducción del riesgo fue del 12%, mientras que en aquellos que dormían al menos tres veces a la semana durante un mínimo de 30 minutos, la disminución fue del 37%.
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